¿Estamos perdiendo la humanidad?

Dannya
hace 3 meses
Tiempo de lectura: 4 minutos

Volviendo a
encontrarla desde Sabato y nuestra vida digital
“Hay
que tener cuidado con el peligro de la palabra hablada que puede sustituir a la
experiencia vivida.”
— Erich Fromm
A lo largo de la historia,
los grupos humanos han cambiado con cada suceso social, político o científico.
Hoy, vivimos un cambio aún más veloz y profundo: el de una humanidad moldeada
por la tecnología.
Los avances científicos han
facilitado múltiples funciones sociales, extendido nuestros sentidos, y
reconfigurado nuestras maneras de vivir. Sin embargo, también han provocado una
desconexión entre las personas, alejándonos de la experiencia directa, del
contacto real y de lo que nos hace profundamente humanos.
Este ensayo no pretende definir qué es la
humanidad. Busca más bien valorar
esa idea en constante transformación,
reflexionar sobre la calidad de nuestras relaciones y sobre cómo nos afecta el
mundo digital. Para ello, retomaremos el pensamiento del autor argentino Ernesto Sabato, particularmente de su ensayo La Resistencia, para inspirar una relectura de lo humano en
tiempos tan acelerados como los nuestros.
¿La humanidad en esta época?
En algunas clases sociales,
la vida avanza a un ritmo vertiginoso. La acumulación de bienes, la
productividad como ideal y la publicidad omnipresente han desplazado valores
morales, afectando la manera en que percibimos el éxito, la convivencia y el
sentido de la vida.
Esto ha creado una
separación entre lo que vivimos y lo que sentimos. Las experiencias que solían
nutrir el alma hoy parecen innecesarias, reemplazadas por estímulos
instantáneos. Surgen nuevas formas de desigualdad —económica, emocional,
relacional— y el lenguaje se empobrece, dificultando la comunicación auténtica.
Borrando divisiones
La humanidad, como concepto, ha sido abordada por diversas
disciplinas y pensadores. El diccionario la define como la capacidad de sentir
afecto, comprensión y solidaridad hacia otros. Pero al vivirla, descubrimos que
no se trata solo de definiciones: es
una búsqueda constante de sentido y conexión.
En esta búsqueda,
encontramos que lo humano no siempre está donde creemos: no en la
productividad, ni en la competitividad, sino en los vínculos. En los gestos,
los silencios, los rituales, la contemplación y el encuentro con el otro.
Ernesto Sabato: un espejo de lo humano
Físico, pintor, novelista y
ensayista, Ernesto Sabato (1910–2011) vivió una época convulsa: guerras, crisis
sociales, avances tecnológicos y transformaciones culturales profundas. En su
ensayo La Resistencia, Sabato advirtió sobre los peligros de una
sociedad cada vez más deshumanizada.
Habló de personas agotadas
por la rutina, esclavizadas por jornadas laborales que dejan poco espacio para
la reflexión, el arte o la contemplación. Denunció el reemplazo del
conocimiento por una sobrecarga de información, el debilitamiento de los
vínculos humanos y la pérdida de sentido vital.
Aunque su crítica apuntaba a
la televisión, bien podría haber hablado de nuestros celulares y redes sociales.
Sabato nos recuerda que una humanidad auténtica no puede
construirse sin vínculos profundos, sin dolor ni compasión, sin comunidad. Que no basta con vivir: hay que aprender a
vivir con y para otros.
Desarrollo de una humanidad posible
Literatos como Dostoievski o Tolstói ya lo habían dicho: el alma humana se
forja en el sufrimiento, en el conflicto interior y en los límites. Sabato suma
a esa visión una propuesta esperanzadora: la
humanidad no está perdida, solo está dormida, y puede reencontrarse si aprendemos a mirar
más allá de las pantallas.
Construir una humanidad
nueva requiere rescatar
los rituales, valorar el entorno natural y reaprender
a convivir sin intereses ocultos.
Significa vivir cada experiencia con atención, formar comunidades con sentido y
redescubrir la belleza de lo cotidiano.
Este ensayo no está en
contra de la tecnología, sino del uso desmedido y alienante de ella. La ciencia
debe estar al servicio del ser humano, y no al revés.
Las neurociencias confirman
lo que la filosofía ya intuía: vivir
desconectados emocionalmente genera enfermedades físicas y mentales. El estrés crónico, la soledad, la pérdida de
vínculos reales… son males modernos que pueden prevenirse si recuperamos el
sentido de pertenencia y afecto.
Como dijo Albert Einstein:
“Un ser humano se ve a sí mismo como algo separado del resto, en una especie de ilusión óptica de su conciencia. Esta ilusión es como una cárcel que nos limita a nuestros deseos personales. Nuestra tarea debe consistir en liberarnos de esta cárcel, ampliando nuestros círculos de compasión para abarcar a todos los seres vivos y la naturaleza.”
Sin una humanidad compartida,
no hay desarrollo real. Solo fragmentación. Solo vacío.
La humanidad se reconstruye
en cada gesto, en cada conversación auténtica, en cada acto de solidaridad
desinteresada. Volver
a encontrarnos es posible, si elegimos sentirnos parte del otro y del todo.