LA BELLEZA DE LA MUERTE EN LA POESÍA DE XAVIER VILLAURRUTIA
Deni Bibiana Velázquez Olmos
L.I 146 p/m
L.A 7992 p/m
Es tan complejo definir con certeza lo que la muerte es, crecemos desde conceptos abstractos y desconocidos a los que constantemente, e inconscientemente, le tememos. “La muerte es una de las características esenciales de la vida, de modo que cualquier intento de definición o descripción integral de lo vivo que no incluya a la muerte estará fatalmente incompleto.” (Pérez Tamayo, 2004) Este trabajo no habla solo la muerte, sino, la muerte de un poeta que refleja la depresión, la angustia y la existencia del ser humano como un nada; brevemente se expondrá sobre el México de ese entonces, así como aquellos escritores que influyen.
Siendo niños comenzamos con los primeros acercamientos a la duda, donde perder a alguien cercano, es aprender que la muerte no solo implica percibir nuevas ideas, sino, preguntarnos con dolor: ¿qué significa morir?, ¿por qué tuvo que morir?, ¿morir es algo horrible? Nos acercamos a un significado diverso con el cual vivimos en la incertidumbre que nos hace aprensivos, de este modo, para algunas personas la muerte tiene un significado especial y de rito, para otros, es un tema existencial y atroz. La muerte como primer concepto, debemos entenderlo como el proceso natural de la vida o en un sentido completamente científico, cuando las funciones vitales se detienen; la muerte es cotidiana, natural, aleatoria y universal.
Ante todo, para entender el contexto de la muerte comienza como un tema principal de la libre escritura, hay que fijarnos desde el siglo pasado. A finales del siglo XIX, hasta un cuarto del siglo XX, nace y se desarrolla un movimiento literario donde se profesa el desacuerdo con la cultura burguesa; lo llamamos modernismo por su elemental rebeldía creativa y principalmente por la renovación del lenguaje en conjunto de otras, a los poetas o artistas de ese momento, los convertía en un grupo de intelectuales llamados “contemporáneos”. Después de los acontecimientos de la Revolución Mexicana, comenzaron las nuevas cosmovisiones en la literatura y con ello nacen al mismo tiempo los nuevos descubrimientos del ser humano de la razón y decisión, pero este se convierte en esclavo de sus pasiones y egoísmo.
Los contemporáneos eran un grupo de artistas, escritores e intelectuales mexicanos que aparecieron unos años después de la dictadura de Porfirio Díaz, pues, para 1909, el Ateneo de la Juventud tuvo su mayor apogeo; los contemporáneos se vieron fuertemente influidos por este grupo, uniendo la pasión por la cultura y la gran lucha por innovar desde la literatura. En palabras de Reverte (1986) los contemporáneos eran el grupo o generación que se autodenominaba como el “grupo de soledades”, “grupo sin grupo”, “grupo de amigos”, entre otros nombres con los que mayormente se identificaban y que se forma desde 1920 a 1932.
Algunos de los más destacables son: José Gorostiza (1901-1973), Jaime Torres Bodet (1902-1974), Xavier Villaurrutia (1903-1950), Jorge Cuesta (1903-1942), Salvador Novo (1904-1974) y Gilberto Owen (1905-Filadelfia, 1952). Cada contemporáneo era distinto y cada uno poseía una historia distinta que se puede retomar desde su literatura u obras, desde aquí, es prudente mencionar que este grupo llegaron a publicar al menos tres revistas literarias, en las que son más notables “Ulises” (1927-1928) y “Contemporáneos” (1928-1931) donde en esta última participaron todos unidos.
Dicho grupo aborrecía el “realismo socialista” (Paz, 1978), estaban en contra de las ideas de los revolucionarios y conservadores, estaban en desacuerdo con ellos y llegaron al punto de aislarse en un mundo privado. “Niños habían presenciado las violencias y las matanzas revolucionarias; jóvenes, habían sido testigos de la rápida corrupción de los revolucionarios y su transformación en la plutocracia ávida y zafia. (Paz, 1978); desde esta perspectiva, los contemporáneos tendían a escribir sobre temas que los confinaban a su muerte lentamente, en su poesía estaba presente el sueño y los sueños, y como tema central de algunos, la fatalidad.
Xavier Villaurrutia por excelencia, es uno de los tantos poetas contemporáneos que aborda estos temas con varios de sus poemas en sus poemarios más destacados: Nostalgia de la muerte y Nocturnos, de las que más adelante abordaremos. Villaurrutia nace en Ciudad de México, 1903, fue un destacado poeta, ensayista y dramaturgo, quizás de las figuras más importantes de la literatura y poética mexicana del siglo XX, Octavio Paz lo describe como alguien inteligente, tímido, reticente, perdido en sus circunloquios, modesto, extravagante -menos que Novo- y abstraído. No era un secreto que Villaurrutia junto con Novo y Pellicer eran homosexuales, se reconoce a Salvador Novo como el más extravagante y casi abiertamente gay.
Podríamos decir que los contemporáneos -aún más los mencionados anteriormente- luchaban por defender la libertad del arte y la cultura, Villaurrutia mencionaba en una charla con Octavio Paz “la libertad consiste en escoger nuestra fatalidad.” Se reconoce a Xavier como un fatalismo en cuanto al tema predominante en su poética: la muerte.
Decíamos que la muerte puede ser tomada con un concepto distinto por cada persona que la percibe, para Villaurrutia, la muerte era una meta, la convierte en un acto poético dividido entre el horror y la devoción (Lima, 2015); el mismo autor nos dice: “Cierto: el vago sentimiento de la muerte lo tuvo obsesionado durante mucho tiempo.” Con esto se puede destacar una de sus obras más significativas en este tema, “Nostalgia de la muerte”, la cual contiene poemas significativos que demostraría perfectamente como Villaurrutia pudo haber sido un poeta deprimido desde su represión:
“[…] En lugar de ello recordaba que Villaurrutia tuvo en los meses que antecedieron su deceso otro tipo de dificultades, más bien asociadas a una fuerte depresión emocional de la que su poesía amorosa serviría de testimonio.” (Lima, 2015)
De hecho, Villaurrutia escribe en muchos de sus poemas una idea de tristeza y melancolía en la obra Nostalgia de la muerte y en sus Nocturnos. Ambos poemarios se escriben entre 1930 a 1939, siendo en algunas versiones, los Nocturnos como parte de Nostalgia de la muerte; es importante resaltar que en estos poemas se aborda la muerte, el miedo -desde su homosexualidad y su depresión-, el desamor y la tristeza, veamos los que, en mi percepción propia, aluden a dichos temas:
Nocturno miedo
Todo en la noche vive una duda secreta:
el silencio y el ruido, el tiempo y el lugar.
Inmóviles dormidos o despiertos sonámbulos
nada podemos contra la secreta ansiedad.
Y no basta cerrar los ojos en la sombra
ni hundirlos en el sueño para ya no mirar,
porque en la dura sombra y en la gruta del sueño
la misma luz nocturna nos vuelve a desvelar.
Entonces, con el paso de un dormido despierto,
sin rumbo y sin objeto nos echamos a andar.
La noche vierte sobre nosotros su misterio,
y algo nos dice que morir es despertar.
¿Y quien entre las sombras de una calle desierta,
en el muro, lívido espejo de soledad,
no se ha visto pasar o venir a su encuentro
y no ha sentido miedo, angustia, duda mortal?
El miedo de no ser sino un cuerpo vacío
que alguien, yo mismo o cualquier otro, puede ocupar
y la angustia de verse fuera de sí viviendo
y la duda de ser o no ser realidad.
Nocturnos alude a la noche, al constante insomnio y el pensar de la angustia de la vida y estar candado de vivirla. Villaurrutia es bastante claro con lo que siente entre líneas, podemos ver un hombre que lucha con la existencia como podemos observar en los últimos dos versos, se refleja en un ser con miedo a no ser nada y que esa nada quede sin rumbo, sin el sentido de la vida; Xavier estaba deprimido, aludía a la muerte como el escape de su realidad como persona que vivió en épocas de crisis y guerra.
Por excelencia debemos colocar el siguiente nocturno que aborda este tema de tener miedo a no ser nada, un Villaurrutia perdido en su soledad:
Nocturno grito
Tengo miedo de mi voz
y busco mi sombra en vano.
¿Será mía aquella sombra
sin cuerpo que va pasando?
¿Y mía la voz perdida
que va la calle incendiando?
¿Qué voz, qué sombra, qué sueño,
despierto que no he soñado,
serán la voz y la sombra
y el sueño que me han robado?
Para oír brotar la sangre
de mi corazón cerrado,
¿pondré la oreja en mi pecho
como en el pulso la mano?
Mi pecho estará vacío
y yo descorazonado,
y serán mis manos duros
pulsos de mármol helado.
Cada nocturno aborda temas símiles con los que podríamos explotar el hecho de que Xavier Villaurrutia tendía a escribir poemas bastante existenciales y con un profundo análisis si desglosamos parte por parte; sin embargo, hay algunos poemas que quiero resaltar para así entender el fin de su muerte.
Entramos en Nostalgias, aquí se encuentra la máxima representación de la muerte y el triste desamor, el poeta escribe dos décimas importantes que demuestran, nuevamente, su martirio; “Décima muerte”, y “Décimas de nuestro amor”.
Décima muerte
I
¡Qué prueba de la existencia
habrá mayor que la suerte
de estar viviendo sin verte
y muriendo en tu presencia!
Esta lúcida conciencia
de amar a lo nunca visto
y de esperar lo imprevisto;
este caer sin llegar
es la angustia de pensar
que puesto que muero existo.
II
Si en todas partes estás,
en el agua y en la tierra,
en el aire que me encierra
y en el incendio voraz;
y si a todas partes vas
conmigo en el pensamiento,
en el soplo de mi aliento
y en mi sangre confundida,
¿no serás, Muerte, en mi vida,
agua, fuego, polvo y viento?
III
si tienes manos, que sean
de un tacto sutil y blando,
apenas sensible cuando
anestesiado me crean;
y que tus ojos me vean
sin mirarme, de tal suerte
que nada me desconcierte
ni tu vista ni tu roce,
para no sentir un goce
ni un dolor contigo, Muerte.
IV
Por caminos ignorados,
por hendiduras secretas,
por las misteriosas vetas
de troncos recién cortados,
te ven mis ojos cerrados
entrar en mi alcoba oscura
a convertir mi envoltura
opaca, febril, cambiante,
en materia de diamante
luminosa, eterna y pura.
V
No duermo para que al verte
llegar lenta y apagada,
para que al oír pausada
tu voz que silencios vierte,
para que al tocar la nada
que envuelve tu cuerpo yerto,
para que a tu olor desierto
pueda, sin sombra de sueño,
saber que de ti me adueño,
sentir que muero despierto.
VI
La aguja del instantero
recorrerá su cuadrante,
todo cabrá en un instante
del espacio verdadero
que, ancho, profundo y señero,
será elástico a tu paso
de modo que el tiempo cierto
prolongará nuestro abrazo
y será posible, acaso,
vivir después de haber muerto.
VII
En el roce, en el contacto,
en la inefable delicia
de la suprema caricia
que desemboca en el acto,
hay un misterioso pacto
del espasmo delirante
en que un cielo alucinante
y un infierno de agonía
se funden cuando eres mía
y soy tuyo en un instante.
VIII
¡Hasta en la ausencia estás viva!
Porque te encuentro en el hueco
de una forma y en el eco
de una nota fugitiva;
porque en mi propia saliva
fundes tu sabor sombrío,
y a cambio de lo que es mío
me dejas sólo el temor
de hallar hasta en el sabor
la presencia del vacío.
IX
Si te llevo en mí prendida
y te acaricio y escondo,
si te alimento en el fondo
de mi más secreta herida;
si mi muerte te da vida
y goce mi frenesí,
¡qué será, Muerte, de ti
cuando al salir yo del mundo,
deshecho el nudo profundo,
tengas que salir de mí?
X
En vano amenazas, Muerte,
cerrar la boca a mi herida
y poner fin a mi vida
con una palabra inerte.
¡Qué puedo pensar al verte,
si en mi angustia verdadera
tuve que violar la espera;
si en vista de tu tardanza
para llenar mi esperanza
no hay hora en que yo no muera!
Tener la certeza de nuestra propia muerte es algo con lo que Villaurrutia estaba consiente, como mencioné anteriormente, el poeta veía la muerte como algo bello en todo sentido sin temerle y sostenerla, en palabras de Marín (2015), “En los momentos en que el poeta se siente vacío es cuando es más consciente de que la muerte llegará y ese sentimiento se queda y le marca. El poeta siente que su muerte es una pérdida para la propia muerte, porque ha sido parte de su vida. No tiene miedo porque la espera desde hace tiempo. Lo único que le molesta es la tardanza de la misma.”
Ahora bien, podemos crear conjeturas al respecto de este poema, pero, es prudente dejar en manos de los lectores sacar sus conclusiones y el camino por donde quieran abordar la muerte. La siguiente décima es mi favorita, tiene este aire de ruptura amorosa y al mismo tiempo morir por amor:
Décimas de nuestro amor
I
A mí mismo me prohíbo
revelar nuestro secreto
decir tu nombre completo
o escribirlo cuando escribo.
Prisionero de ti, vivo
buscándote en la sombría
caverna de mi agonía.
Y cuando a solas te invoco,
en la oscura piedra toco
tu impasible compañía.
II
Si nuestro amor está hecho
de silencios prolongados
que nuestros labios cerrados
maduran dentro del pecho;
y si el corazón deshecho
sangra como la granada
en su sombra congelada,
¿por qué dolorosa y mustia,
no rompemos esta angustia
para salir de la nada?
III
Por el temor de quererme
tanto como yo te quiero,
has preferido, primero,
para salvarte, perderme.
Pero está mudo e inerme
tu corazón, de tal suerte
que si no me dejas verte
es por no ver en la mía
la imagen de tu agonía:
porque mi muerte es tu muerte.
IV
Te alejas de mí pensando
que me hiere tu presencia,
y no sabes que tu ausencia
es más dolorosa cuando
la soledad se va ahondando,
y en el silencio sombrío,
sin quererlo, a pesar mío,
oigo tu voz en el eco
y hallo tu forma en el hueco
que has dejado en el vacío.
V
¿Por qué dejas entrever
una remota esperanza,
si el deseo no te alcanza,
si nada volverá a ser?
Y si no habrá amanecer
en mi noche interminable
¿de qué sirve que yo hable
en el desierto, y que pida
para reanimar mi vida,
remedio a lo irremediable?
VI
Esta incertidumbre oscura
que sube en mi cuerpo y que
deja en mi boca no sé
que desolada amargura;
este sabor que perdura
y, como el recuerdo, insiste,
y, como tu olor, persiste
con su penetrante esencia,
es la sola y cruel presencia
tuya, desde que partiste.
VII
Apenas has vuelto, y ya
en todo mi ser avanza,
verde y turbia, la esperanza
para decirme: “¡Aquí está!”
Pero su voz se oirá
rodar sin eco en la oscura
soledad de mi clausura
y yo seguiré pensando
que no hay esperanza cuando
la esperanza es la tortura.
VIII
Ayer te soñé. Temblando
los dos en el goce impuro
y estéril de un sueño oscuro.
Y sobre tu cuerpo blando
mis labios iban dejando
huellas, señales, heridas…
Y tus palabras transidas
y las mías delirantes
de aquellos breves instantes
prolongaban nuestras vidas.
IX
Si nada espero, pues nada
tembló en ti cuando me viste
y ante mis ojos pusiste
la verdad más desolada;
si no brilló en tu mirada
Un destello de emoción,
la sola oscura razón,
la fuerza que a ti me lanza,
perdida toda esperanza,
es…¡la desesperación!
X
Mi amor por ti ¡no murió!
Sigue viviendo en la fría,
ignorada galería
que en mi corazón cavó.
Por ella desciendo y no
encontraré la salida,
pues será toda mi vida
esta angustia de buscarte
a ciegas, con la escondida
certidumbre de no hallarte.
Este poema en uno de los más mencionados a la hora de explicar que Villaurrutia era homosexual, en algunos ensayos se menciona que mantuvo una relación con el pintor Agustín Lazo durante gran parte de su vida, al cual le dedica un nocturno llamado “Nocturno estatua”, pero regresando al tema inicial, lo podemos observar desde dos perspectivas: la muerte y el amor. La angustia y la desesperación se unen, su temor al demostrarse como aquel poeta homosexual lo reprimía, manteniéndolo en la desesperación y el deseo de no sentirse vacío como humano, buscando así la esperanza de encontrar la salvación en su muerte.
La vida de Xavier Villaurrutia se ve en su final un 25 de diciembre de 1950, a los 47 años, en su declaración de muerte se dice que fue debido a un problema cardiaco, sin embargo, muchos de los poetas que lo conocían concluyen que fue un suicidio, así como la mayor parte de los lectores por su relación en fechas y poética. En algunas investigaciones se comenta que en el certificado médico se lee la causa de muerte “angina de pecho”, en su estudio -el cual era su escape de la realidad- encontraron tres cartas con destino a Agustín Lazo, nadie supo que había dentro de ellas, pero lo que sí es cierto es que Villaurrutia deja de existir a las 08:10 de la mañana de ese triste 25 de diciembre.
Su muerte no fue en vano, la literatura mexicana perdió a un gran poeta que dejó un significado nuevo sobre la misma angustia que nos persigue todos los días de nuestra vida, Villaurrutia creía que la vida merecía haber sido vivida amando y dejando algo en este mundo, en nuestro México; pero él dejó más que eso, nos dejó poesía con la que nos identificamos cuando estamos perdidos, cuando la angustia nocturna nos mantiene desesperados, cuando solamente queremos saber que jamás estuvimos solos, como lo sentía Villaurrutia.
Me pregunto si la existencia del ser humano alguna vez encontrará la paz, la felicidad, un todo con el que sintamos que estamos llenos y servimos.
Fuentes Bibliográficas
Cultura, S. (2020), Xavier Villaurrutia, eterno poeta nocturno, Gobierno De México. Revisado el 16 de octubre de 2022 de: https://www.gob.mx/cultura/prensa/xavier-villaurrutia-eterno-poeta-nocturno
EditorialOtroAnguloINFO (2022), Nostalgia de la muerte y otros poemas, de Xavier Villaurrutia. Revisado el 16 de octubre de 2022 de: https://www.otroangulo.info/libros/nostalgia-de-la-muerte-y-otros-poemas-de-xavier-villaurrutia/
Lima, D. (2015), Villaurrutia o el asedio de la muerte, Literal Magazine. Revisado el 16 de octubre de 2022 de: https://literalmagazine.com/villaurrutia-o-el-asedio-de-la-muerte/
Louis-Vincent, T. (1991), La Muerte, México: Ediciones Paidós, 95-106.
Martínez, J. L. (2016), El momento literario de los contemporáneos, Letras Libres. Revisado el 16 de octubre de 2022 de: https://letraslibres.com/revista-mexico/el-momento-literario-de-los-contemporaneos/
Paz, O. (1978), Xavier Villaurrutia en Persona Y En Obra, México: Fondo de Cultura Económica, 9-34.
Pérez Tamayo, R. (2004), La muerte, México: El Colegio Nacional, 105-120.
Sosa, R. O. (2016), Apuntes sobre la muerte: Xavier Villaurrutia, Revista Soma. Revisado el 16 de octubre de 2022 de: https://yucatancultura.com/apuntes-sobre-la-muerte-xavier-villaurrutia/