El ocaso del sol: Literatura Japonesa después de la Segunda Guerra Mundial

El joven tenía 16 años. Después de esperar la llegada del tranvía decide cambiar el rumbo y se dirige hacia el centro de la ciudad. De súbito, una luz cegadora lo sorprende dentro de la estructura metálica. Un cortocircuito es lo primero que llega a su mente y como medida decide saltar hacia la acera. Sus pies no terminan de tocar el suelo cuando la onda expansiva lo golpea.
Silencio, oscuridad y confusión.
Pero está vivo. Aunque el único indicador de esto es que puede respirar. La vista y los demás sentidos regresaron después de un par de ¿segundos, minutos, horas? No lo sabe con exactitud. Pero cuando regresa, hubiera preferido que no llegase. Lo que observa son escombros, fuego y el inconfundible silencio de la muerte.
Narraciones como la anterior se pueden encontrar entre los sobrevivientes de los ataques atómicos a Japón en 1945. El mundo tomaría lo ocurrido en Nagasaki e Hiroshima como una amarga prueba del potencial nuclear con fines bélicos y con ello la llegada de la tensión nuclear existente con la guerra fría.
¿Qué ocurrió con Japón después de los ataques nucleares? No solo llegaría una confusión general a la nación del sol naciente. En especial porque aún no se creía que tal nivel de destrucción fuese posible. Sin embargo, el pesar estaría solo por iniciar pues el 15 de agosto 9 días después de los bombardeos se transmitirá por la radio el siguiente mensaje:
“Yo, el Emperador, después de reflexionar profundamente sobre la situación mundial y el estado actual del Imperio Japonés, he decidido adoptar como solución a la presente situación el recurso a una medida extraordinaria. Con la intención de comunicároslo me dirijo a vosotros, mis buenos y leales súbditos.
He ordenado al Gobierno del Imperio que comunique a los países de EEUU., Gran Bretaña, China y Rusia la aceptación de su Declaración Conjunta.
Ahora bien, conseguir la paz y el bienestar de los súbditos japoneses y disfrutar de la mutua prosperidad y felicidad con todas las naciones ha sido la solemne obligación que me legaron, como modelo a seguir, los antepasados imperiales y de la cual no he pretendido apartarme, llevándola siempre presente en mi corazón.
Por consiguiente, aunque en un principio se declarase la guerra a los dos países de EE.UU. y Gran Bretaña, la verdadera razón fue el sincero deseo de asegurar la autoconservación del Imperio y la seguridad de Asia Oriental, no siendo en ningún caso mi intención, el interferir en la soberanía de otras naciones ni la invasión expansiva de otros territorios.
Sin embargo, la guerra tiene ya cuatro años de duración. Y a pesar de que los generales y soldados del ejército de tierra y marina han luchado en cada lugar valientemente, los funcionarios han trabajado en sus puestos realizando todos los esfuerzos posibles y todos los habitantes han servido con devota dedicación, poniendo cuanto estaba en sus manos; la trayectoria de la guerra no ha evolucionado necesariamente en beneficio de Japón y la situación internacional tampoco nos ha sido ventajosa.
Además, el enemigo ha lanzado una nueva y cruel bomba, que ha matado a muchos ciudadanos inocentes y cuya capacidad de perjuicio es realmente incalculable.Por eso, si continuamos esta situación la guerra al final no sólo supondrá la aniquilación de la nación japonesa sino también, la destrucción total de la propia civilización humana. Y si esto fuese así, cómo podría proteger a mis súbditos, mis hijos, y cómo podría solicitar el perdón ante los sagrados espíritus de mis antepasados imperiales. Esta es la razón por la que he hecho al gobierno del Imperio aceptar la Declaración Conjunta de las Potencias.”
Palabras pronunciadas por el emperador Hirohito. La voz divina.
La nación ahora enfrentaba una rendición, una economía fragmentada y la ocupación norteamericana sobre su suelo. La guerra había terminado. Para Japón iniciaba una dolorosa anexión a un futuro visualizado por los aliados.
¿Cómo se expresó esa transición en su literatura?
La sociedad japonesa, durante los primeros años de la ocupación estadounidense, se encontraba lastimada psicológicamente. El poderío militar de su imperio, exaltado a través de propaganda y discursos nacionalistas, había sido derrotado. Aunada a las condiciones en que se encontraba la nación, esta realidad chocaba de manera directa con los sentimientos que abogaban por la victoria. Algo similar pasó con Alemania durante años después de la guerra. Vivieron en un mundo para el cual las potencias del eje nunca se prepararon.
La alta tasa de mortalidad, la derrota militar y la devastación de sus ciudades dejaron a la sociedad con un vacío ideológico evidente. Esto fue remarcado por la “americanización” que se planteaba para asia antes de que los soviéticos empujaran la ideología socialista.
La literatura sería el crisol sobre el cual recaería la incertidumbre de una nación.
Los escritores plasmaron, a través de cuentos, novelas y poemas, el proceso de reconstrucción del país y las múltiples paradojas que enfrentaron entre el discurso y la realidad que les rodeaba. Entre la multitud de escritos de este periodo destacan algunos temas recurrentes como las memorias de guerra, la romanización de la tradición, el indiferente individualismo y el nihilismo decadente.
Las memorias de guerra serían los primeros documentos en generar interés y cosechar un éxito modesto. Después seguiría la literatura erótica y policiaca en tener una base de lectores asiduos. Había literatura, pero tenía un fin de escape. Un placer frívolo ante el gris panorama.
La escuela decadente haría su aparición. Literatura que tendría como marca un panorama gris y desmoralizante. Pero verdadero. Ukigumo (1951) de Fumiko Hayashi sería la punta de lanza para este género mostrando la soledad e instrumentalización de la mujer durante la posguerra.
Joseph K. Yamagiwa (1968) fue uno de los primeros críticos que habló en Occidente de los escritores que luego se conocería como el grupo buraiha o escuela de la decadencia, de los cuales fue contemporáneo.
Las obras y los mundos de los escritores buraiha están poblados de seres marginados, forajidos, desertores y fracasados, los tradicionalmente débiles y oprimidos, desde mujeres y niños hasta enfermos, lisiados o mentalmente deficientes. Las acciones y pensamientos de estos personajes contrastan con otra realidad, el mundo de lo normal, lo sano, cuerdo, fuerte y exitoso. No obstante, la crisis del narrador-autor responde a una realidad del signo de los tiempos distinta, su preocupación es la del migrante contemporáneo que si bien, gracias a las ventajas que ofrece la globalización actual, no puede dejar de sentir inquietud por la amenaza de la aculturación y con ello, de la pérdida de la identidad.
Obras como Daraku ron (1946), Shayo (1947) y Ningen shikkaku (1948) son las principales exponentes de esta escuela y, en un todo, reflejan la mentalidad de quienes no lograron superar la crisis de la posguerra.
Otro nombre con el que la crítica japonesa llamó a ese movimiento literario de la posguerra fue shingesakuha, término que se tradujo en general como nueva ficción.
La historieta japonesa, también conocida como manga encontró su génesis a partir de 1940, a diferencia de la narrativa buraiha, el manga tenía la finalidad de ser un entretenimiento como distractor de la carencia generada por la guerra. Sin embargo también se encuentran representaciones de la crudeza de la posguerra. Como ejemplos se encuentran:Shidenkai no Taka (1963-1965), Zero-sen Reddo (1961), Hadashi no Gen (1973-1975) y Sōin gyokusai seyo! (1973).
El ocaso del sol no duraría para siempre pues en 1960 a 1980 tendría un crecimiento económico sin igual hasta la fecha, posicionándose en línea con las potencias de aquel tiempo.
Aún así. Japón sabrá muy bien que las heridas de guerra pueden sanar con el tiempo, pero las cicatrices nunca podrán esconderse.
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