El lenguaje como generador de identidad

En esta ocasión quiero invitarte a ti lector, lectora, a una experiencia de descubrimiento en el uso del lenguaje, durante mi formación, algún profesor me dijo “el lenguaje construye realidades”. Lo cierto es que es así. Quiero enfocar esta experiencia en el análisis del uso de nuestras propias palabras y cómo se relaciona con la construcción de lo que percibimos como real. Ya que, la identidad personal tiene como base la experiencia pre reflexiva de la percepción.

Para el desarrollo de esta identidad, por supuesto, existe un lenguaje de por medio. Es importante tener en mente que, gracias a nuestro cerebro y aparato fonador, el hombre es el único ser exclusivo que en la larga cadena de la historia humana ha logrado pasar del gruñido al habla, esto lo lleva a diferenciarse de las demás especies porque ha alcanzado un mayor grado de adaptación a diversos contextos y tiempos específicos, desde donde se entiende la existencia de lenguas muy diversas, incluso en un mismo territorio.

Me gustaría, nos detuviéramos a esclarecer tres términos que son utilizados de manera arbitraria: la lengua, el habla y el idioma. Iniciemos comentando que la lengua, es el conjunto de signos orales o escritos que usamos para comunicarnos, por ejemplo, líneas que, al juntarlas, forman la letra “p”, la letra “p” es el signo. El idioma, por su parte, no es más que diversos signos que al juntarlos, forman una palabra, cuyo significado es un acuerdo común entre el grupo de personas donde se utilice, de esta manera se entiende que el idioma es una variedad de la lengua que se utiliza en un lugar específico, es decir, que es la lengua propia de un país, región, nación o pueblo. Finalmente, el habla es la manifestación oral de la lengua, hablamos meramente del aspecto fonológico de los signos, es decir, como suena la letra “p”. 

La gran interrogante del problema acerca del lenguaje y nuestra percepción no es reciente y, tampoco lo es en la educación, ya que afecta directamente las formas de aprendizaje y enseñanza debido a que si el profesor, docente, guía, etc., expone algo, espera que los alumnos comprendan; o si pregunta espera una respuesta; da una orden, espera que se cumpla, la relación que el lenguaje establece en este caso entre los interlocutores no es solo de palabra, sino que genera acciones y provoca reacciones.

Por lo tanto, la actitud del maestro no puede quedarse en decir cualquier cosa y desentenderse de lo que provoca o genera, a decir verdad, en cualquier proceso de comunicación aplica de la misma manera, debemos entonces, hacernos cargo de aquello que provocamos.

El lenguaje tiene un poder transformador. Tiene la capacidad de hacer que las cosas sucedan, genera realidades, modifica el curso de los acontecimientos y al operar estos cambios, como efecto, el ser humano construye su mundo y su propia identidad, por ejemplo, si en algún momento por un hecho aislado, alguien nos dice “eres distraído”, paso siguiente en otro acto aislado, nuevamente nos dicen “eres distraído, te aseguro que al pasar los años, sin querer, diremos “es que soy distraído”, claro ejemplo de que el lenguaje se interioriza, se asume y al final se expresa como una verdad absoluta, la cual forma parte se lo consideramos como real y la identidad que tengo ante fenómeno construido como real. Esto no significa que todo lo que existe se lo debe al lenguaje o que solo existe en el lenguaje.

Quiero recalcar la exigencia diaria en el cuidado del uso de las palabras, incluso sin meternos con el tono ni la situación en la que se usan esas palabras.

Actualmente, el lenguaje atraviesa una de las más evidentes transformaciones y no es que debamos actualizar la manera en la que hablamos, sin embargo, cuidar lo que decimos nunca ha sido más imperativo ante estas radicales diferencias. En este sentido dejo a la reflexión el debate de utilizar “él-ella” o “elles”.

Referencias

Butler, J. (1997). Lenguaje, poder e identidad. Editorial Síntesis.

Carrillo, R. (2015). La percepción como fundamento de identidad personal. [Tesis de doctorado no publicada]. Universidad de Barcelona.

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